natxo lara
He escuchado la misma cancioncilla casi desde primero de EGB
(aún no me aclaro con las primarias, ESO, secundarias, etc…) de padres,
profesores y directores de centro. ‘Hay que especializarse’. Olvídate de tocar
varios palos, de estudiar varias cosas, céntrate, sé el mejor en algo y cuanto
más raro mejor. Ya de jovenzuelo me interesó el Periodismo, y haciendo caso a
todos ellos opté por la rama del Periodismo Literario, una especialidad única y
que sólo se estudia en Barcelona. Más tarde, ya en los medios, opté por la
enrevesada economía. Nunca fui de números, de hecho, aún hoy me cuesta resolver
con éxito una regla de tres. Pero conseguí desvelar –más o menos- los secretos
macroeconómicos a modo usuario/periodista. La cancioncilla siguió siendo la
misma: Especializarse. Por eso me embarqué en el doctorado y conseguí conocer
al centímetro cada película de Berlanga.
Mi cabeza está llena de interpretaciones antropológicas de la visión y el
reflejo de la Sociedad del maestro valenciano y, quién lo iba a decir, incluso
imparto conferencias en Universidades y otras entidades sobre Luis García
Berlanga. Tras 20 años de profesión periodística comienzo a comprender de qué
va esta profesión y me podría (todo lo digo con humildad) considerar un
madurito capaz de identificar y producir una posible noticia con éxito. Después
llegó el fútbol y el asesoramiento en materia de comunicación. He aprendido sí,
mucho, y siguiendo las indicaciones del profe de San Roque, del Pare Vitoria y
la UA de Barcelona, me he especializado ‘de la hostia’. ¿Eso era lo que tenía
que hacer, no? Con los 40 recién cumplidos, comienzo a leer y a escuchar acerca
del concepto de ‘polivalencia’ y ‘amplitud de miras’.
En el 2012 se destruyeron 6.000 empleos periodísticos y la
sangría continua. Las empresas periodísticas cierran o se quedan con becarios
por culpa de la dichosa crisis pero también de aquellos que adquirieron un
periódico o un grupo mediático como capricho, como inversión o para intentar
controlar a los políticos de turno. Mientras hubo bonanza hubo publicidad y
beneficios. Ahora que no hay nada de eso, la prensa no da dinero y ha sido
abandonada como un perrito el 1 de agosto en la carretera secundaria más
cercana. El panorama es tremendo y es ahora cuando recuerdo a aquellos que me
pedían especialización. Porque puede que de nada me sirva ser un periodista
especializado y formado, porque en realidad, no sería capaz de llevar la
contabilidad de una tienda, negociar con proveedores de un bar o colocar un
enchufe en la cocina. Por eso mis compañeros se van fuera, porque se han
especializado, saben mucho, pero no gozan de sentido común universal: Ese
sentido común universal que te enseña –seguramente en la calle- a tratar con un
negociante sin que ‘te sepa mal’ apretarlo en los márgenes, a conducir con
pericia peliculera para llegar lo antes posible a un sitio para entregar un
paquete, o a llegar a la oficina de empleo y decir: ‘Déme trabajo, de lo que
sea’. Eso para nuestra generación es imposible. Porque no sé hacer otra cosa
que noticias.