No puedo evitar comenzar esta columneta mencionando la terrible envidia que me corroe al ver lo que ha sucedido en Vila-Real. Un pueblo de 40.000 habitante en la semifinal de
Vila-Real se paraliza por el fútbol, nosotros, fieles a la cita, lo hacemos por la trilogía. Cada vez somos menos los que nos quedamos aquí, en el pueblo, y cada vez son más los que hacen ricas a las agencias de viajes que preparan paquetes especiales para Sant Jordi. Tres días en los que se paraliza el mundo. Por si no lo sabían, durante el mes de abril no se pueden hacer obras en las calles por las que transcurre cualquier acto festivo. Entre morosos y listos, a la hora de pagar se escucha aquello de ‘t’ho done en passar festes’. Lo mismo que dicen los malos estudiantes: ‘Ara en passar festes em pose a estudiar com un loco’. Ahora todo son planes. Los adolescentes se dejan los cuernos y buscan sin descanso un local es Sant Francesc donde instalar el campamento base para mezclarse unos plis plays y pegarse un atracón de besos con el noviet. Las dos macro-empresas de café licor empaquetan cajas y cajas y los del limón granizado compran un glaciar para abastecer tanto sediento de mentira. Cocotets, pastissets de moniato, confeti y esas carreras por Sant Nicolau el dia dels Músics pel matí del típico fester benimerí que, tras sacar del armario el turbante, se ha percatado de que los zapatos los llevó el día del descanso al zapatero porque le rozaban y nunca más fue a por ellos.
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