jueves, marzo 16, 2006


La ética y las fuentes. El caso de Capote
El debate sobre los métodos más o menos éticos de obtención de la información existe desde que el Periodismo se profesionaliza. La película ‘Truman Capote’[1] inspirada en la vida del genial periodista y escritor que le da nombre al filme refleja a la perfección este dilema moral. Capote escribe la primera novela de no-ficción de la literatura. Su título ‘A Sangre fría’ es un clásico irrepetible y eje sobre el que gira esta intersante película.
En noviembre de 1959, el periodista y escritor Truman Capote lee en un artículo en The New York Times el relato de un escalofriante crimen ocurrido en Kansas. Dos presuntos psicópatas acaban de manera sangrienta con una familia. Capote defiende la tesis de que la literatura de no ficción puede resultar tan o más apasionante que la ficción. Nace un nuevo género de la unión de la Literatura y el Periodismo, su interconexión y el intercambio de técnicas de trabajo. Capote emplea las herramientas del Periodismo para confeccionar un libro. Y para ello debe nutrirse de información, obtener sus fuentes y por tanto, contrastarlas. Capote trabaja para la revista The New Yorker y en Kansas despliega su trabajo periodístico. Entrevista a fuentes de primer orden, testimoniales de los hechos desagradables. Hoy en día, la obtención de esa información de esas fuentes sería impensable, pero en aquella época, a principios de los 60, Capote campeaba por un terreno ético virgen y abusaba de su condición de divo de la jetset norteamericana para colarse vilmente en la casa del policia que instruye el caso o en el tanatorio donde permanecen los cuerpos de las víctimas esperando el sepelio. La codicia literaria de Capote le conduce a engañar a los propios asesinos a los que visita a menudo y de los que obtiene el relato exacto de los hechos delictivos. Esa es la fuente de información más válida, pura y efectiva: la del asesino que narra sus crímenes. Capote llega a traicionar a sus confidentes, a sus fuentes, a los asesinos dejando de prestarles su apoyo moral y económico (no consigue un abogado digno que les prolongue la agonía en el corredor de la muerte) con el único proposito de acelerar su ejecución. Porque sin su muerte, el libro, el reportaje novelado no tiene final.
Decíamos que esa manera de trabajar con las fuentes y su obtención hoy en día sería inviable por la mayor sensibilización existente por lo que respecta a los familiares de las víctimas o al rigor de los secretos de sumario. A un periodista de la actualidad le resultaría imposible acceder a esas fuentes y de una manera tan poco ética. Los familiares de las víctimas no dejarían que traspasara la puerta de sus casas y los jueces e investigadores nunca permitirían que el periodista obtuviera información válida para un sumario de entrevistas personales en la celda de los criminales.




[1] Truman Capote. EE.UU.,Canadá (2005). Columbia Tri-Star Films. De Bennett Miller.

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